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18 Feb Los orígenes del Piercing
Por Marta Moreira.
HISTORIA DEL PIERCING
Antigüedad
En muchas civilizaciones antiguas, el cuerpo era el mejor escaparate posible para mostrar las hazañas y el estatus social de una persona. La intervención sobre la piel -ya sea mediante el tatuaje, la perforación o la laceración- servía para expresar el lugar que ocupaba uno mismo dentro su comunidad. Cada cultura, en cada periodo de la historia, ha otorgado un significado diferente a la modificación corporal. A su vez, estos significados primigenios han ido evolucionando al introducirse en las sociedades occidentales contemporáneas.
Para hablar de la historia específica del piercing, es necesario remontarse al año 4000 a.C. y viajar mentalmente a las Islas Aleutianas, un archipiélago de islas volcánicas que se extiende actualmente desde el sudoeste de Alaska, en Estados Unidos, hasta la península rusa de Kamchatka. Las tribus esquimales que poblaban este territorio utilizaban piercings en los labios para representar las etapas de transición más importantes de sus vidas: el paso a la pubertad, el matrimonio y el inicio de una vida como cazador. Como veremos, esta relación simbólica de las perforaciones corporales como ritos de iniciación a fases vitales se repite en muchas otras civilizaciones.
Los antiguos egipcios fueron también de los primeros en incluir los piercings dentro de su sofisticada estética. Los ornamentos anclados al ombligo, por ejemplo, eran de uso exclusivo de la realeza. De hecho, los faraones los utilizaban como símbolo de poder.
Si avanzamos un poco más en la historia y nos detenemos alrededor del año 2000 a.C., vemos que la costumbre de adornarse el cuerpo con aretes y piercings también aparece registrada en los libros de la antigua China. Durante la dinastía Xia y en la Shang, a las jóvenes de entre 12 y 13 años que contraían matrimonio se les incrustaban agujas de oro en las orejas.
Se considera que los aztecas y los mayas -pueblos cuyo origen suele datarse en torno al año 900 a.C.- fueron los primeros a los que se les ocurrió la idea de perforarse la lengua con joyas; era una señal de nobleza. También adornaban sus bocas colocando piedras preciosas en pequeñas cavidades que se realizaban en el esmalte dental.
Durante la época del Imperio Romano, los piercings eran de uso común y servían para diferenciar la posición social. Los centuriones con más poder y los gladiadores más valientes se anillaban los pezones como símbolo de valor. Se extendió también la creencia de que las argollas de oro y otros metales preciosos en el pezón aumentaban la virilidad. Además, los piercings tenían una utilidad mucho más práctica: sujetar la clámide, una especie de capa corta que los soldados vestían en las batallas.
Si hay una cultura que a día de hoy se sigue asociando ampliamente con el arte del piercing es sin duda la hinduista. En el popular libro indio del amor, el “Kama-sutra” (escrito entre el siglo I y el VI d.C.) se hace alusión al apadravya, una modalidad de perforación que atravesaba de forma vertical el glande con el objetivo de avivar el placer masculino y femenino.
Se cree que la popularización de los piercings en la nariz -uno de los más extendidos hoy en día en todo el planeta- llegó en los siglos XIV y XVI en el Imperio Mogol, que abarcaba territorios correspondientes actualmente con la India, Pakistán y Bangladés. Al parecer, sus ciudadanos utilizaban argollas con joyas en la lengua y el tabique nasal como mero ornamento.
Las tribus indígenas que poblaban las llanuras de Estados Unidos a partir de los siglos XVII y XVIII desarrollaron su propio sistema simbólico alrededor del piercing. Las mujeres de la tribu Tlingit se perforaban los labios para representar la transición de la pubertad a la madurez sexual; en algunas tribus Sioux, los jóvenes que querían convertirse en en guerreros debían superar una prueba que consistía en perforarse el pecho con garfios, colgándose con cuerdas a un árbol hasta desgarrarse la piel. Un ritual donde vemos claros antecedentes de lo que hoy se denomina “suspensión”.
En América del Sur, los indios Cashinahua mantienen en la actualidad la costumbre ancestral de perforarse la nariz para adornarla con plumas, cuyos colores indican el rango social de una persona. En Brasil, por ejemplo, los chavantes se adornan con pendientes de madera, cuerdas enrolladas alrededor de tobillos y cuello y con un cono amarillo tapando su pene.
Sin duda alguna, África es una de las cunas de la modificación corporal. Una de las variantes más llamativas -desde el punto de vista occidental, claro- es la que se refiere al agrandamiento de labios con platos de barro cocido. Las mujeres solteras comienzan este ritual cuando se prometen con un hombre. El proceso se prolonga durante todo el noviazgo y se detiene cuando se celebra el casamiento. Cuanto mayor sea el tamaño del labio, mayor será la dote que la familia del novio pagará por la novia. La tribu Masái es también conocida por otra tradición “importada” por Occidente; las dilataciones de los lóbulos de las orejas, que en su caso llegan en ocasiones a los diez centímetros y después se adornan con trozos de madera y cuentas coloridas.
La adopción de Europa
Si viajamos a Europa, encontramos hechos curiosos y poco conocidos. Entre las damas de la alta sociedad europea del siglo XIX se puso de moda perforarse los pezones, e incluso colgarse cadenas entre un pecho y otro. Este dato puede resultar chocante, sobre todo si tenemos en cuenta el largo periodo de censura y discriminación que sufrió este tipo de modificación corporal durante las siguientes décadas.
La resurección del piercing dentro de la estética occidental no llegó hasta la década de los años sesenta del siglo pasado, coincidiendo con la eclosión de la contracultura hippie y el desprecio al conservadurismo que había dominado la sociedad desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La recuperación de costumbres “primitivas” era coherente con la filosofía de reconexión con la naturaleza que abanderaban los jóvenes revolucionarios de ese periodo.
La adopción de los piercings por parte del movimiento punk a finales de la década de 1970 tuvo unas connotaciones muy diferentes. No había ningún interés en emular las costumbres aztecas; era pura provocación y confrontación a la sociedad bienpensante y burguesa.
JIM WARD, PADRE DEL PIERCING MODERNO
Sabemos, por tanto, que las perforaciones corporales tienen un origen milenario, y que tuvo sus early adopters entre la nobleza europea del siglo XIX. Pero, ¿quién fue el visionario o visionaria que convirtió el arte del piercing en una industria dentro de las sociedades occidentales? Parece ser que ese puesto de honor le corresponde a un norteamericano llamado Jim Ward, propietario del primer estudio profesional de piercing del mundo, inaugurado en 1978 bajo el nombre de “The Gauntlet”.
James Mark Ward, que actualmente cuenta 80 años, nació en 1941 en el oeste de Oklahoma, aunque se mudó a Colorado cuando tenía once años. Hizo sus primeros experimentos con la perforación corporal de pezones a finales de los años sesenta en Nueva York, ciudad donde estudió joyería y estuvo vinculado al grupo gay New York Moto Club. Ward se mudó a Colorado, donde él y otros miembros de la comunidad Rocky Mountaineer Motorcycle Club experimentaron de manera más amplia (en especial con el piercing genital).
En 1973, se mudó al barrio de West Hollywood, en Los Angeles, donde conoció a Doug Malloy y Musafar Fakir. Juntos desarrollaron las técnicas y equipos que se convirtieron posteriormente en un estándar de la industria de la perforación. Por ejemplo, Malloy introdujo el uso de la aguja hipodérmica y autoclave, mientras Ward fue pionero en muchos diseños de joyería, como el anillo de cuentas fijas y las barras con rosca interna.
Ward comenzó a utilizar su casa como un estudio de piercing privado en 1975. Después de tres años de aprendizaje y perfeccionamiento de técnicas, Ward abrió el Gauntlet en West Hollywood el 17 de noviembre de 1978. Este negocio está considerado como el primero de este tipo en los Estados Unidos y el punto de inicio de la industria de la perforación del cuerpo a nivel mundial.
DIFERENTES TIPOS DE PIERCINGS Y SUS ORÍGENES
DILATACIONES
Como hemos visto anteriormente, las dilataciones de determinadas partes del cuerpo -especialmente orejas, labios o nariz- acompañan a la historia del ser humano desde hace más de 3.000 años. El faraón egipcio Tutankamón, que murió en el año 1327 a. C., es uno de los primeros personajes históricos que pusieron en práctica esta técnica de modificación corporal. La figura del sarcófago en el que se le dio sepultura muestra claramente las dilataciones practicadas en sus orejas. Debía ser una práctica más o menos común entre las clases altas, puesto que se han hallado multitud de momias con diversos tipos de dilataciones.
Si nos trasladamos a Oriente, encontramos otro ejemplo de uso de dilataciones en las representaciones de budas con enormes orejas. Existen también registros históricos de dilataciones en orejas, nariz y labios en las civilizaciones mayas y aztecas. Del mismo modo, en África existen muchas tribus donde se sigue poniendo en práctica este tipo de modificación. En Occidente, sin embargo, las dilataciones no comienzan a ganar adeptos hasta el siglo XX, y cuando se hace es con motivaciones meramente estéticas.
OREJAS
Cuando el cuerpo de Ötzi, la momia más antigua jamás encontrada, fue descubierto por dos turistas en 1991 en la frontera entre Austria e Italia, se descubrió que tenía las orejas perforadas. Los agujeros tenían un diámetro de 7 a 11 mm. Se cree que Ötzi vivió alrededor del año 3300 a. C., por lo que está claro que la perforación de orejas ha acompañado al ser humano prácticamente desde los inicios de su existencia.
Se cree que las tribus primitivas comenzaron a utilizarlos por superstición. Creían que los demonios podían entrar al cuerpo a través de los oídos, pero que el metal los repelía. de este modo, los aretes eran una protección contra la posesión.
De forma paralela a las dilataciones que comentábamos en el apartado anterior, los egipcios de la Antigüedad también utilizaban aretes. Más de mil años después, este ornamento también era de uso común entre los ciudadanos de la Antigua Roma de ambos sexos. Al parecer, Julio César los puso de moda en el siglo I a.C.
Si damos un salto hasta la era isabelina de finales del siglo XVI, observamos que los hombres de la nobleza británica lucían al menos un piercing en la oreja. Era una muestra exterior de riqueza.
Pero no eran solo los ricos y poderosos los que se perforaban las orejas. Se convirtió también en una costumbre extendida entre los marineros de épocas diferentes. Era una forma de asegurarse de que, si morían en el mar, el arete se recuperaría y podría sufragar los gastos de su funeral.
NARIZ
Encontramos la primera mención a narices anilladas en el libro del Géneis. Concretamente, en el capítulo en el que Abraham decide encontrar una esposa para su hijo Isaac. Elige a Rebeca y le da un anillo de oro para la nariz como método para sellar el trato.
Esta vinculación entre el piercing de nariz y el compromiso matrimonial sigue vigente en los pueblos bereberes y beduinos del norte de África y el Medio Oriente. El tamaño del anillo indica la riqueza de la familia y, si se produce un divorcio más tarde, la esposa rechazada puede usar el oro en su nariz para conseguir cierta seguridad financiera.
Los emperadores mogoles introdujeron esta práctica en la India en el siglo XVI. Las mujeres a menudo usan un perno o anillo en la fosa nasal izquierda, ya que el lado izquierdo está asociado tradicionalmente con los órganos reproductivos femeninos (se supone que la perforación disminuye el dolor del parto).
Los piercings en la nariz no llegaron a Occidente hasta las décadas de 1960 y 1970, cuando los hippies comenzaron a viajar a la India. Después fueron adoptados también, aunque como señal de inconformismo y provocación, por el movimiento punk.
SEPTUM
Las perforaciones en el tabique nasal son bastante comunes entre los pueblos tribales, y a menudo se usan para hacer que los hombres se vean a sí mismos como guerreros feroces. En la tribu indonesia de Asmat en Irian Jaya, por ejemplo, existe la costumbre de dilatar estos piercings hasta los 25 mm de diámetro, lo que les permite colocar dentro de ellos el hueso de la pata de un cerdo o el fémur de un enemigo muerto.
Los aztecas, mayas e incas perforaban sus tabiques con oro y jade como representación de los dioses del agua y el sol; una práctica que mantienen en la actualidad los indios kuna de Panamá.
En la India, Nepal y el Tíbet la perforación se acompaña de un amuleto llamado bulak; a veces es tan grande que el portador debe levantarlo para poder comer.
Otro ejemplo curioso es el de los aborígenes de Australia, que utilizan el piercing en el septum para aplanar la nariz y hacerla más bonita.
LENGUA
Se cree que el origen de los piercings en la lengua tuvo lugar entre los siglos XIV y XVI, como parte de una especie de sacrificio de sangre en las civilizaciones azteca y maya. Los sacerdotes y chamanes en estas culturas también se perforaban la lengua para crear un estado alterado de conciencia que les permitiera comunicarse con los dioses.
De nuevo en Occidente, descubrimos que los feriantes del siglo XX realizaban este tipo de perforaciones dentro de su repertorio de espectáculos. Pero la verdadera popularización de la perforación en la lengua no se produjo hasta la década de 1980 con la apertura de Gauntlet en Los Ángeles. A Elayne Angel, profesional del piercing que trabajaba en esta tienda, se le atribuye la promoción de este tipo de perforación que además se supone que mejora la práctica del sexo oral.
LABIO
Las perforaciones en los labios son más comunes en las culturas tribales, aunque solo dos tribus en África (los dogon y los nuba) usan anillos. La mayoría usa labrets (barras con bolas adheridas a cada extremo) o platos.
En otras culturas, las perforaciones en los labios son un ritual matrimonial. Las mujeres de la tribu makololo, por ejemplo, usan platos en el labio superior para embellecerse. A menudo, el futuro esposo inserta en su prometida estos platos -cuyo tamaño se relaciona con la importancia de la dote- como un rito de compromiso seis meses antes del matrimonio.
OMBLIGO
En el Antiguo Egipto, esta perforación era un signo de estatus real: solo al faraón se le permitía perforarse el ombligo y cualquier otra persona a la que se encontrara con esta perforación sería ejecutada.
Milenios después, cuando los bikinis se pusieron de moda, la exhibición del ombligo se consideró escandalosa. La perforación y la exhibición del ombligo continuaron siendo un tabú hasta principios de los 90, cuando Christy Turlington lució uno en un desfile de moda en Londres en 1993. Naomi Campbell y Madonna rápidamente siguieron su ejemplo, y pronto la perforación del ombligo se convirtió en una de las modas más populares de la época.
PEZONES
En la Antigua Roma, los hombres se perforaban los pezones para simbolizar la virilidad y la camaradería con otros hombres. Sólo más tarde se convirtió en una práctica habitual entre las mujeres.
A mediados del siglo XIV, la reina Isabel de Francia puso de moda las prendas de gran escote; vestidos con escotes tan bajos, a veces hasta el ombligo, que los pezones a menudo se mostraban abiertamente. Fue así como la perforación del pezón se convirtió en un elemento de joyería pensado para combinarse con el vestido.
En la década de 1890, este tipo de piercings volvió a popularizarse entre las mujeres de clase alta como método para agrandar y sensibilizar sus pezones. El roce ligero y deslizamiento de los anillos les producía una sensación sumamente excitante. Por otra parte, los médicos de la Inglaterra victoriana recomendaban a sus pacientes perforarse en los pezones para facilitar la lactancia.
GENITALES
Los piercings de genitales son aquellos que abarcan el área del ano, el perineo y el pubis en hombres y mujeres. Sus orígenes se encuentran hace miles de años en Asia. En el “Kama Sutra” se mencionan los apadravya, un tipo de piercing genital masculino que penetra por el glande verticalmente y atraviesa la uretra; y el ampallang, una perforación que atraviesa horizontalmente el glande.
Resulta curioso que no exista un consenso sobre el origen de las perforaciones del clítoris, mientras que el de los genitales masculinos está perfectamente documentado. Durante los juegos deportivos de la Antigua Grecia, los atletas competían desnudos. Para evitar que el pene oscilara molestamente durante el ejercicio, ataban el prepucio con una cinta a la base del pene. Esta cuerda de cuero o cinta recibía el nombre de kynodesma. Se piensa que a partir de esta práctica se desarrolló posteriormente el uso del piercing de prepucio permanente, atravesándolo por ambos lados, lo que impedía a los esclavos y atletas tener erecciones y relaciones sexuales.
Los romanos a su vez utilizaban una técnica llamada “infibulación”, que consistía en colocar dos piercings atravesando el prepucio por ambos lados (o los labios vaginales) y unirlos colocando un candado, como método para la castidad forzada.
Ya en Occidente, encontramos el piercing “Príncipe Alberto”, bautizado en referencia al esposo de la reina Victoria. La leyenda popular afirma que se lo practicó antes de contraer matrimonio en 1825, aparentemente con el objetivo de ocultar un antiestético bulto que se desvelaba a través de los ajustados pantalones que marcaba la moda de aquel entonces.
El piercing genital cayó en el olvido hasta la segunda mitad del siglo xx. Su resurgir fue gradual, hasta que en la década de 1970 comenzó verdaderamente su popularización gracias a Jim Ward y su famoso estudio The Gauntlet, en Los Ángeles.